sábado, 30 de agosto de 2008


Año 1996 - Daniel "Pantera" Reyes, Domingo "Mingo" Romano, Ariel "Negro" Prat y el recordado Rodolfo "Fito" Bompart. Fotografía que retrata toda una época y una épica murgueras.




Crónicas de Pasiones Plebeyas





Durante algo más de cuatro años Ariel Prat colaboró de manera habitual en el Suplemento No del Diario Página 12. Firmaba esas columnas como "El Monje". Cuenta el Negro Prat: "... Por aquellos días del año 1993 Carlos Polimeni me convocó a que escribiera unas crónicas de suburbio como para contrarrestar el tono de otros columnistas, más a tono con el Soho y con la Barceloneta que con Soldati y Saavedra, digamos. Yo ya había hecho la experiencia empujado por Enrique Symns en Cerdos y Peces hacía unos años, transformando en crónicas lo que eran canciones mías sobre mi entorno... "


Los dos textos aquí publicados que Ariel Prat generosa y gentilmente envía para su difusión exclusiva en este espacio murguero de la web tienen por protagonista a la murga y están fechadas en el año 1996.



(Transcripción de Pupita La Mocuda. Clickeando en las imágenes pueden verse los textos en sus versiones originales que nos llegan con toda la expresividad de la letra impresa en un recorte de papel conservado y recuperado en beneficio de la memoria colectiva.)






EL MONJE

De pibe me daba miedo. Solía tirarse en picada desde el fierro hacia el tumulto de la "gilada", sitio al que yo pertenecía por esos días en que trataba de esmerarme para que me aceptaran como uno más de la barra. Todavía conservaba su nariz sin esas curvas pronunciadas a prueba de combates que el tiempo aplicaría desde adversarios cada vez más atrevidos ante la evidente decadencia de su vitalidad histórica, pero su altivez suburbanamente guerrera lo llevaba a ganar y perder sin que su orgullo se disolviera en la resignación del tibio. Alguno recordará una campana de estación histórica, camino de vuelta de un partido en Rosario, que su locura de personaje impredecible lo acercó a ella para que el tipo manoteara como un trofeo, y ante la la presión ejercida por el Gordo Muñoz, tener que devolverla anónimamente en la radio (¿cómo colgarla sin que se venga abajo la mampostería del convento del Abasto?), pero por el bardo que se armó posterior al choreo la leyenda engordaría más allá de las canchas y de los rituales murgueros. A propósito, ¡qué estilo!, esa especie de nube pájaro sin cielo, sombra ebria, sed lunar y vaya uno a saber qué destino lo llamaba desde el fondo de las eternidades que el bombo y el platillo prometen desde su frenesí primitivo. El, con su chaqueta azul de lentejuelas y sus últimos mensajes de carnaval, repitiendo su glosa de siempre, resonando hasta en los últimos corsos del infierno de los que no les quedó otra que atarse al carro de fuego de la mano izquierda de Dios mordiéndose los ojos a la mandíbula de los abonados a la cruz de mediopelo, colgadas en el inodoro del restorán codificado en su menú a indigestar almas perdidas. El, tierno y criminal en su diario suicidio arrabalero, postrer grito de la caballería andante porteña, nos deja sin lágrimas, aquí, endurecidos de toda sospecha en un viaje de tucas apagadas y humedecidas. Mis recuerdos con nariz averiada y comedor sin dientes, del Abasto hasta Soldati, con escalas en la gira, don Daniel Soto, TRIPA, el del Miyo y Sacachispas. A tu salud, "cariño", de salidera...

Ariel Prat

Jueves 21 de noviembre de 1996.



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