LO SUPERFICIAL Y LO PROFUNDO EN EL CARNAVAL DEL ÁREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES
Por Alfredo Armando Aguirre
Se dan en nuestra manera de ver las cosas, al menos cuatro planos para acercarse al fenómeno actual del plexo Carnaval - murgas- corsos en el Área metropolitana de Buenos Aires: el histórico, el etnológico o antropológico, el folklórico y el de nuestras vivencias personales o familiares.
No hay ningún tipo de precedencia en la enunciación; mas nuestras preferencias se orientan a los enunciados en el tercero y último términos.
El Carnaval es ante todo una fiesta popular de implícitos valores religiosos. Si la encuadramos dentro del folklore es porque tiene una alta carga de tradiciones que permanecen y se renuevan en sus formas concretas.
Cuando usamos la expresión Área metropolitana de Buenos Aires, es porque acotamos nuestro abordaje a ese singular y abigarrado espacio de la geografía argentina, sin desconocer la influencia que irradia por lo menos sobre el resto de la Argentina, como la influencia que el resto del país y aun países sudamericanos ejercen sobre ella al menos en el tema que nos ocupa.
Todo sugiere que estamos ante una festividad muy ancestral que se mantiene en nuestro presente, en tanto demostrativa de valores o creencias muy arraigadas en las personas.
Tenemos muchas reservas personales, en lo que hace a la intelectualización del fenómeno. Nos parece que se lo despotencia en las honestas pretensiones de racionalizarlo.
Por eso quizás los abordajes académicos deberían acotarse a lo folklórico, pero claro hay toda una corriente académica que cree de buena fe que los métodos de análisis científicos son aplicables para explicar hasta lo inexplicable. Y eso es un fenómeno que esta presente explícita o implícitamente en el fenómeno murguero metropolitano.
Si a partir de finales de los 90,el fenómeno murguero experimenta un auge de creciente intensidad en la ciudad de Buenos Aires, que desborda hacia el conurbano bonaerense, no lo debe tanto a actitudes "proactivas" y deliberadas, que debe reconocerse se han hecho de muy buena fe, sino a que las nuevas circunstancias emergentes de la recuperación de la democracia en Diciembre de 1983, permitieron que retornara a la superficie, una corriente que subyacía en las profundidades, soterradas por actitudes represivas, de los sectores que, ligados a la Iglesia Católica, vienen considerando desde los inicios del Catolicismo, al Carnaval como algo propiamente diabólico, que es preciso, reducir y acotar a su mínima expresión.
Esta actitud de represión y resistencia, da pie a que demos al fenómeno un carácter religioso- cultual. Plano este que nos ayudaría mucho a vivenciar lo carnavalesco en toda su plenitud en cuanto expresión del espíritu humano.
No se trata de despreciar, los intentos académicos de acercarse al Carnaval, sino señalar las limitaciones de los mismos, habida cuenta las limitaciones que lo académico tiene para acercarse a las genuinas expresiones populares. Es dable comprobar que haya habido en el pasado más o menos recientes estudios sobre los carnavales en interior del país, mientras que lo que hace al Carnaval en las ciudades argentinas, sólo haya sido registrado por las crónicas periodísticas. Todavía se están haciendo recopilaciones de viejas fotografías que mucho nos enseñan sobre como se festejaba el Carnaval, desde que se puede registrar con esa tecnología. Lo demás se desliza por algún cuadro, alguna cita marginal en alguna novela y abundantes referencias en letras de tango, desde que estos la tienen (1917).
Esos elementos, misturados con las vivencias personales de los mas veteranos, incluidos lo que a éstos le transmitieron sus mayores, nos permiten apreciar que sin desconocer aportes en la "reconstrucción" del Carnaval, como son los emblemáticos talleres que "Coco " Romero inició desde el Centro Experimental Rojas de la UBA; hay todavía un largo camino por recorrer para conocer esa tradición, y más conocida, entonces, considerar qué se puede tomar de ellas y qué no, en función de los valores que portan las y los murgueros contemporáneas.
Aunque comparar es odioso, comparar es también pensar, y teniendo vivencias de "aquellos" carnavales y "estos carnavales", uno puede decir desde el plano vivencial, cargado lo menos posibles al menos concientemente de categorías analíticas, que aquel Carnaval era distinto a este. Lo de distinto da para mucho. Acotándonos a las expresiones murgueras, se puede decir que las murgas porteñas (incluyen a las del conurbano y Gran La Plata) eran integradas en su totalidad por gente muy humilde y con mayoría absoluta de hombres.
En las murgas contemporáneas hay una creciente y hasta mayoritaria en algunos casos presencia femenina, y se percibe una activa presencia de la llamada "clase media argentina" (aun en las murgas provenientes de sectores precarizados), que como en otras áreas de la vida argentina, y aun en cuadros de pauperización, se incorporan al flujo o fluencia murguera con sus valores, por demás distintos a los sectores humildes y de trabajadores manuales, que nutrían las murgas que comenzaron a decaer hacia fines del los cincuenta.
Estos valores de la clase media devenida en murguera se perciben tanto en la intención de "escolarizar" la murga, en los talleres y en traer al ambiente pautas de la vida universitaria estudiantil.
Y dejamos en claro que esta no es una crítica, sino la percepción de un fenómeno. Creemos que estos aportes terminarán siendo fagocitados, por la dinámica tradicional y telúrica propia del fenómeno.
Es casi una obviedad decir que el contexto que sustenta al Carnaval contemporáneo porteño y suburbano, es por demás distinto al contexto que soportaba los carnavales de antaño.
Hay como una suerte de acotación del Carnaval a corsos, particularmente nocturnos, con presencia de las murgas. Quedaron en el recuerdo- al menos por ahora- otros elementos como los juegos de agua por la tarde temprano, las murguitas infantiles casi simultáneas o más avanzada la tarde, los disfraces y sus festivales (particularmente los infantiles), las mascaritas (caretas y antifaces), los palcos de las familias "pudientes", los carruajes a caballo o motorizados con determinadas alegorías, el pomo de plomo con agua florida, la serpentina, el papel picado, y los posteriores "bailes de Carnaval", donde eran comunes los disfraces y los murgueros con su trajes bailando con sus novias o esposas(recordemos que la murga de antaño era casi un patrimonio masculino).
De los disfraces vale recordar que había disfraces "tipo” (Nos recordamos del "Oso Carolina"...). Hasta había casas especializadas, como "Casa Lamota", donde se fabricaban esos disfraces tipos, se los publicitaba, por ejemplo, en la revista "Billiken" y se los mandaba contra reembolso al interior, ejerciendo una suerte de homogenización cultural en el ámbito carnavalesco. (Disfraces “tipo” aun se emplean en carnavales como el de Lituania y de Trinidad & Tobago.)
Mas por debajo del profuso Carnaval de antaño y el acotado Carnaval contemporáneo, subyacen las raíces que le dan vida.
Hay un cuadro del flamenco Brueghel, sobre la Cuaresma de 1599, muy demostrativo que las implicancias del Carnaval, que demuestra con cierta contundencia estética, que cuando llegaron aquí los conquistadores y evangelizadores españoles, los conquistadores (obviamente no los evangelizadores) que eran gente de sectores populares y muy pobres, trajeron las practicas carnavalescas europeas en su bagajes espirituales.
Parece redundante decirlo pero como venían personas en edad, que hoy llamaríamos "económicamente activas", ello comportaba que tenían afiatados sus valores culturales.
Más o menos siglo después de que los españoles comenzaron la ocupación traumática de territorios donde ancestralmente vivían con sus culturas propias las distintas etnias aborígenes, "llegaron" también, y en edades "económicamente activas" los esclavos negros africanos. Es decir que también tenían incorporado sus valores y su oprobiosa situación, no les impidió ni que los conservaran ni que los propagaran.
Esta claro que también tenían su perfil cultural las etnias aborígenes. Y hoy no es novedad percatarse que tantos los sectores humildes de la soldadesca conquistadora, esclavos africanos y aborígenes, terminaron misturándose, ante el "escándalo" de los sectores dominantes, y así como los europeos continuaron con sus creencias precristianas, acotadas a los días previos a la Cuaresma, es claro(aunque sea difícil documentarlo, pues el pueblo vive sin necesidad de tener un escribano, al lado que certifique sus movimientos vitales)que así lo harían los esclavos africanos y los aborígenes, celebrando con cultos con el pretexto de los "excesos carnavaleros". Así mestizos, mulatos y zambos generaron este Carnaval. A esta festividad se le agregarían a partir del último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del veinte, la migración de pobres europeos en edades económicamente activas, que no tardaron en miscegenizarse biológica y culturalmente con los indios, negros, mestizos, mulatos y zambos aquí ya definitivamente afincados.
Algo parecido viene sucediendo últimamente con las migraciones internas argentinas y de países limítrofes o del Perú. (Ejemplo la presencia en los coros porteños) de las murgas bolivianas como las que se ven en Oruro.
Estamos finalizando esta comunicación.
Por aquello del principio conmutativo, vamos a consignar algo que guardando las formalidades, que aquí no guardamos, tendríamos que haberlo consignado antes.
En el recordatorio que hacíamos a vuela pluma de las expresiones carnavalescas de antaño en el área, nos olvidamos de consignar que en esos tiempos (situémonos en las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX, digamos "la Belle época"), era frecuente que muchas organizaciones publicas, comunitarias o colegios tuviesen su banda de música y algunas su agrupación coral. Con ellas amenizaban todas sus fiestas. Al llegar el Carnaval, muchas de ellas, se convertían momentáneamente en murgas, comparsa u "orfeones".
Hecha esta salvedad volvamos a nuestros días.
Tomamos partido por no hacer diferenciaciones en cuanto a maneras de las expresiones carnavaleras. Ello se ha ido deslizando en las líneas precedentes. Sean las murgas preponderantemente integradas por habitantes carenciados de las "villa miserias"; sean las bandas, con creciente presencia femenina, integrada por infanto- juveniles de clase media, aun de sectores empobrecidos de esta. Sean murgas al estilo uruguayo, sean escolas do samba que tanto se cultivan en todo el litoral argentino. Lo mismo va para las comparsas del altiplano; los candomberos, y no tardarán en aparecer algunas formaciones de la creciente colectividad china. Es tan respetable aquel que quiere mantener una murga atada a ciertos cánones, que aunque no sean tales, sus practicantes crean que hay un "metro patrón" murguero; como los que con suma plasticidad, cultivan la tradición carnavalesca, incorporando creativamente instrumentos y ritmos que obviamente no existían en los tiempos de antes. La murga, el corso y el Carnaval- no nos cansaremos de repetirlo- son componentes inescindibles de maneras de expresar cosas muy profundas, casi sagradas. Con sátira, burla, sarcasmo, con creatividad. Es casi irreverente intelectualizar sobre el fenómeno.
Tan solo se puede insinuar y con todas las limitaciones del lenguaje (mas aún del escrito), aquellas impresiones sobre algo que resplandece y que supera toda capacidad de entendimiento.
Buenos Aires, 21/09/2008 13:12:29
Se dan en nuestra manera de ver las cosas, al menos cuatro planos para acercarse al fenómeno actual del plexo Carnaval - murgas- corsos en el Área metropolitana de Buenos Aires: el histórico, el etnológico o antropológico, el folklórico y el de nuestras vivencias personales o familiares.
No hay ningún tipo de precedencia en la enunciación; mas nuestras preferencias se orientan a los enunciados en el tercero y último términos.
El Carnaval es ante todo una fiesta popular de implícitos valores religiosos. Si la encuadramos dentro del folklore es porque tiene una alta carga de tradiciones que permanecen y se renuevan en sus formas concretas.
Cuando usamos la expresión Área metropolitana de Buenos Aires, es porque acotamos nuestro abordaje a ese singular y abigarrado espacio de la geografía argentina, sin desconocer la influencia que irradia por lo menos sobre el resto de la Argentina, como la influencia que el resto del país y aun países sudamericanos ejercen sobre ella al menos en el tema que nos ocupa.
Todo sugiere que estamos ante una festividad muy ancestral que se mantiene en nuestro presente, en tanto demostrativa de valores o creencias muy arraigadas en las personas.
Tenemos muchas reservas personales, en lo que hace a la intelectualización del fenómeno. Nos parece que se lo despotencia en las honestas pretensiones de racionalizarlo.
Por eso quizás los abordajes académicos deberían acotarse a lo folklórico, pero claro hay toda una corriente académica que cree de buena fe que los métodos de análisis científicos son aplicables para explicar hasta lo inexplicable. Y eso es un fenómeno que esta presente explícita o implícitamente en el fenómeno murguero metropolitano.
Si a partir de finales de los 90,el fenómeno murguero experimenta un auge de creciente intensidad en la ciudad de Buenos Aires, que desborda hacia el conurbano bonaerense, no lo debe tanto a actitudes "proactivas" y deliberadas, que debe reconocerse se han hecho de muy buena fe, sino a que las nuevas circunstancias emergentes de la recuperación de la democracia en Diciembre de 1983, permitieron que retornara a la superficie, una corriente que subyacía en las profundidades, soterradas por actitudes represivas, de los sectores que, ligados a la Iglesia Católica, vienen considerando desde los inicios del Catolicismo, al Carnaval como algo propiamente diabólico, que es preciso, reducir y acotar a su mínima expresión.
Esta actitud de represión y resistencia, da pie a que demos al fenómeno un carácter religioso- cultual. Plano este que nos ayudaría mucho a vivenciar lo carnavalesco en toda su plenitud en cuanto expresión del espíritu humano.
No se trata de despreciar, los intentos académicos de acercarse al Carnaval, sino señalar las limitaciones de los mismos, habida cuenta las limitaciones que lo académico tiene para acercarse a las genuinas expresiones populares. Es dable comprobar que haya habido en el pasado más o menos recientes estudios sobre los carnavales en interior del país, mientras que lo que hace al Carnaval en las ciudades argentinas, sólo haya sido registrado por las crónicas periodísticas. Todavía se están haciendo recopilaciones de viejas fotografías que mucho nos enseñan sobre como se festejaba el Carnaval, desde que se puede registrar con esa tecnología. Lo demás se desliza por algún cuadro, alguna cita marginal en alguna novela y abundantes referencias en letras de tango, desde que estos la tienen (1917).
Esos elementos, misturados con las vivencias personales de los mas veteranos, incluidos lo que a éstos le transmitieron sus mayores, nos permiten apreciar que sin desconocer aportes en la "reconstrucción" del Carnaval, como son los emblemáticos talleres que "Coco " Romero inició desde el Centro Experimental Rojas de la UBA; hay todavía un largo camino por recorrer para conocer esa tradición, y más conocida, entonces, considerar qué se puede tomar de ellas y qué no, en función de los valores que portan las y los murgueros contemporáneas.
Aunque comparar es odioso, comparar es también pensar, y teniendo vivencias de "aquellos" carnavales y "estos carnavales", uno puede decir desde el plano vivencial, cargado lo menos posibles al menos concientemente de categorías analíticas, que aquel Carnaval era distinto a este. Lo de distinto da para mucho. Acotándonos a las expresiones murgueras, se puede decir que las murgas porteñas (incluyen a las del conurbano y Gran La Plata) eran integradas en su totalidad por gente muy humilde y con mayoría absoluta de hombres.
En las murgas contemporáneas hay una creciente y hasta mayoritaria en algunos casos presencia femenina, y se percibe una activa presencia de la llamada "clase media argentina" (aun en las murgas provenientes de sectores precarizados), que como en otras áreas de la vida argentina, y aun en cuadros de pauperización, se incorporan al flujo o fluencia murguera con sus valores, por demás distintos a los sectores humildes y de trabajadores manuales, que nutrían las murgas que comenzaron a decaer hacia fines del los cincuenta.
Estos valores de la clase media devenida en murguera se perciben tanto en la intención de "escolarizar" la murga, en los talleres y en traer al ambiente pautas de la vida universitaria estudiantil.
Y dejamos en claro que esta no es una crítica, sino la percepción de un fenómeno. Creemos que estos aportes terminarán siendo fagocitados, por la dinámica tradicional y telúrica propia del fenómeno.
Es casi una obviedad decir que el contexto que sustenta al Carnaval contemporáneo porteño y suburbano, es por demás distinto al contexto que soportaba los carnavales de antaño.
Hay como una suerte de acotación del Carnaval a corsos, particularmente nocturnos, con presencia de las murgas. Quedaron en el recuerdo- al menos por ahora- otros elementos como los juegos de agua por la tarde temprano, las murguitas infantiles casi simultáneas o más avanzada la tarde, los disfraces y sus festivales (particularmente los infantiles), las mascaritas (caretas y antifaces), los palcos de las familias "pudientes", los carruajes a caballo o motorizados con determinadas alegorías, el pomo de plomo con agua florida, la serpentina, el papel picado, y los posteriores "bailes de Carnaval", donde eran comunes los disfraces y los murgueros con su trajes bailando con sus novias o esposas(recordemos que la murga de antaño era casi un patrimonio masculino).
De los disfraces vale recordar que había disfraces "tipo” (Nos recordamos del "Oso Carolina"...). Hasta había casas especializadas, como "Casa Lamota", donde se fabricaban esos disfraces tipos, se los publicitaba, por ejemplo, en la revista "Billiken" y se los mandaba contra reembolso al interior, ejerciendo una suerte de homogenización cultural en el ámbito carnavalesco. (Disfraces “tipo” aun se emplean en carnavales como el de Lituania y de Trinidad & Tobago.)
Mas por debajo del profuso Carnaval de antaño y el acotado Carnaval contemporáneo, subyacen las raíces que le dan vida.
Hay un cuadro del flamenco Brueghel, sobre la Cuaresma de 1599, muy demostrativo que las implicancias del Carnaval, que demuestra con cierta contundencia estética, que cuando llegaron aquí los conquistadores y evangelizadores españoles, los conquistadores (obviamente no los evangelizadores) que eran gente de sectores populares y muy pobres, trajeron las practicas carnavalescas europeas en su bagajes espirituales.
Parece redundante decirlo pero como venían personas en edad, que hoy llamaríamos "económicamente activas", ello comportaba que tenían afiatados sus valores culturales.
Más o menos siglo después de que los españoles comenzaron la ocupación traumática de territorios donde ancestralmente vivían con sus culturas propias las distintas etnias aborígenes, "llegaron" también, y en edades "económicamente activas" los esclavos negros africanos. Es decir que también tenían incorporado sus valores y su oprobiosa situación, no les impidió ni que los conservaran ni que los propagaran.
Esta claro que también tenían su perfil cultural las etnias aborígenes. Y hoy no es novedad percatarse que tantos los sectores humildes de la soldadesca conquistadora, esclavos africanos y aborígenes, terminaron misturándose, ante el "escándalo" de los sectores dominantes, y así como los europeos continuaron con sus creencias precristianas, acotadas a los días previos a la Cuaresma, es claro(aunque sea difícil documentarlo, pues el pueblo vive sin necesidad de tener un escribano, al lado que certifique sus movimientos vitales)que así lo harían los esclavos africanos y los aborígenes, celebrando con cultos con el pretexto de los "excesos carnavaleros". Así mestizos, mulatos y zambos generaron este Carnaval. A esta festividad se le agregarían a partir del último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del veinte, la migración de pobres europeos en edades económicamente activas, que no tardaron en miscegenizarse biológica y culturalmente con los indios, negros, mestizos, mulatos y zambos aquí ya definitivamente afincados.
Algo parecido viene sucediendo últimamente con las migraciones internas argentinas y de países limítrofes o del Perú. (Ejemplo la presencia en los coros porteños) de las murgas bolivianas como las que se ven en Oruro.
Estamos finalizando esta comunicación.
Por aquello del principio conmutativo, vamos a consignar algo que guardando las formalidades, que aquí no guardamos, tendríamos que haberlo consignado antes.
En el recordatorio que hacíamos a vuela pluma de las expresiones carnavalescas de antaño en el área, nos olvidamos de consignar que en esos tiempos (situémonos en las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX, digamos "la Belle época"), era frecuente que muchas organizaciones publicas, comunitarias o colegios tuviesen su banda de música y algunas su agrupación coral. Con ellas amenizaban todas sus fiestas. Al llegar el Carnaval, muchas de ellas, se convertían momentáneamente en murgas, comparsa u "orfeones".
Hecha esta salvedad volvamos a nuestros días.
Tomamos partido por no hacer diferenciaciones en cuanto a maneras de las expresiones carnavaleras. Ello se ha ido deslizando en las líneas precedentes. Sean las murgas preponderantemente integradas por habitantes carenciados de las "villa miserias"; sean las bandas, con creciente presencia femenina, integrada por infanto- juveniles de clase media, aun de sectores empobrecidos de esta. Sean murgas al estilo uruguayo, sean escolas do samba que tanto se cultivan en todo el litoral argentino. Lo mismo va para las comparsas del altiplano; los candomberos, y no tardarán en aparecer algunas formaciones de la creciente colectividad china. Es tan respetable aquel que quiere mantener una murga atada a ciertos cánones, que aunque no sean tales, sus practicantes crean que hay un "metro patrón" murguero; como los que con suma plasticidad, cultivan la tradición carnavalesca, incorporando creativamente instrumentos y ritmos que obviamente no existían en los tiempos de antes. La murga, el corso y el Carnaval- no nos cansaremos de repetirlo- son componentes inescindibles de maneras de expresar cosas muy profundas, casi sagradas. Con sátira, burla, sarcasmo, con creatividad. Es casi irreverente intelectualizar sobre el fenómeno.
Tan solo se puede insinuar y con todas las limitaciones del lenguaje (mas aún del escrito), aquellas impresiones sobre algo que resplandece y que supera toda capacidad de entendimiento.
Buenos Aires, 21/09/2008 13:12:29
Imagen: El combate entre don carnaval y doña cuaresma, Pieter Brueghel el Viejo, 1559.
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