EL MONJE
Sepan aguantar los pulentas y los de la gilada si esto suena a manifiesto carnavalero.
Es verdad que sobre el lomo de nuestro rantifuso carnaval porteño se acarrea el peso de las tristes despedidas. Acaso por aquello de "por cuatro días locos..." o tal vez por la influencia del tango valseadito en las "retiradas" de las murgas, lo cierto es que puede sonar así para los frívolos desprevenidos que miran con rayos equis, cualquier estructura cultural de otros aires.
Pero seré estóico y, más allá de integrar o no desde adentro una agrupación carnavalera (Los Provisorios para Siempre), nuestras murgas divierten y están vivas sobre los desalojados adoquines de nuestra identidad. No somos cariocas ni negros del Medio Mundo, menos rapperos de visera al cuello. Veamos, en existencia hay parditas caripelas aindiadas, ojeras bolseadas, ritmo de bombos, platillos y silbatos que en su caliente combinación dan a luz este baile salvaje, provocativo y milonguero, humor, temor (sobre todo en el mediopelo) de medianamente tanos o altamente gronchos, según de donde se apriete el pomo. Hay baranda (y es de conocimiento universal y público) a humano que transpira.
Para un tal, resulta energizante y vital ir a sambear a Río. Para aquella señorita, es excitante cruzar el charco para rastrear a un tal "Molina que no pisa más el bar", mientras que en la cortada, a la vuelta justamente de su casa, "Los Viciosos de Almagro" vienen practicando desde hace más o menos treinta años, más o menos, sus parodias y sus cabriolas, con mil causas para perseguir a propósito de ausencias.
"Murga... Luna... rumba inunda todo este lugar / Furia, bombo, aullido / Vicio de bailar..."
A mover entonces "Atrevidos por Costumbre", "Acalambrados de las Patas", prosigan "Los Mocosos de Liniers", "Reyes del Movimiento de Saavedra", "Elegantes de Palermo" y todos/as las que rayen. Anímense a ser lanzallamas de ilusión y bravura en el próximo carnaval...
Ariel Prat
Jueves 10 de octubre de 1996
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