Cuenta Carlos Augusto: "Carlos Ledesma, "El Viejo", era de la Murga Caidos del Puente de Rosario. Fue el primer murguero que conocí. El tenía sesenta y cinco años pero muchisima energía. ¡Se notaba que llevaba la murga en el alma! Yo aprendí muchísimo de él, creo que también fue uno de los primeros murgueros que hubo acá en Rosario"
Imágenes de la realización del mural de homenaje a Carlos Ledesma y Jesi en el mes de noviembre del año 2010. La murga Caídos del Puente ensaya justo en frente del Monumento a la Bandera en la Ciudad de Rosario.
Murga Caídos del PuenteLevitas rosarinas y palabras popularesNacieron hace ocho años en el Parque Alem. Y son desde entonces uno de los principales protagonistas del creciente fenómeno murguero en Rosario.
Desde su nacimiento, hace ocho años, viene mezclando canciones de denuncia y malabares, con banderas y baile. Y así, Caídos del Puente se fue convirtiendo en una de las murgas más reconocidas de Rosario. Con ese estilo que retoma las mejores tradiciones del carnaval uruguayo, donde bombo y levita tienen un papel tan importante como la escena teatral y la ironía, fueron recorriendo plazas y calles de la ciudad. Y su rosarinidad aparece, por ejemplo, apenas uno pregunta por la elección de los colores para sus vestimentas. "Los que fundaron el grupo eran casi todos de Central. Y entonces quisieron que la ropa fuera azul y amarilla. Aunque finalmente, por respeto a los pocos integrantes que eran de Newell´s, se reemplazó el azul por el violeta. Igual, la ropa quedó media canallona", se ríen hoy recordando los primeros tiempos. Los Caídos son un verdadero clásico de la amplia movida murguera de la ciudad, por lo que desde enREDando nos debíamos esta nota, para empezar a saldar una deuda con la cultura popular de Rosario.
Los orígenes
Caídos nace durante el carnaval del ´98. En febrero de ese año dos integrantes de la murga Malayunta, de Buenos Aires, llegaron a Rosario para coordinar un taller organizado por la secretaría de cultura de la municipalidad, en el centro cultural del Parque Alem. "Ellos venían repitiendo experiencias parecidas por todo el país" explica Natalia, una de las actuales integrantes de Caídos del Puente". Y en cada lugar al que iban, invitaban a que quedara conformada una murga nueva. En este caso, la invitación prendió enseguida. Y nacieron los Caídos, con unas cien personas".
Ella, que se incorporó en 2000, no era parte de la murga en esos primeros días. Tampoco estaban entonces Lorena y Carolina, las otras dos entrevistadas. Y sin embargo, recuerdan las anécdotas sobre la elección del nombre del grupo. "Aunque suene a algo más metafórico, Caídos del Puente surgió porque la mayoría de los que llegaba a cada ensayo iba bajando por el puente del Parque Alem", se ríe Carolina. Y enseguida cuentan que aquella centena de fundadores hizo una votación con varios de nombres posibles, hasta que fueron quedando dos finalistas. Y la mención del puente bajo el cual ensayaban le terminó ganando a uno más político, también más obvio, como Desobediencia Debida.
Natalia vuelve a tomar la palabra para recordar que lo que conocía del estilo murguero antes de sumarse a Caídos era lo poco que había visto del carnaval uruguayo. Estilo charrúa con el que se fue identificando desde el vamos esta historia que ya lleva ocho años. "Es que aquellos dos talleristas traían un concepto de murga que le daba prioridad al canto y a la denuncia. Y eso nos marcó a fuego. Por ahí, somos algo diferentes a la mayoría de las murgas locales, que están más cercanas a la tradición brasilera, que es a su vez la historia de los carnavales entrerrianos o correntinos, con las comparsas, donde las carrozas, el baile y la destreza ocupan lugares más importantes".
"Además –agrega su hermana melliza Lorena, que también es parte de Caídos– como muchos de los fundadores de la murga venían del teatro, fueron incorporando en las actuaciones esa estética del couplé, con escenas y diálogo con el público, que también es típica del carnaval de Montevideo".
La relación con el poder
Aquel primer taller estuvo organizado por la secretaría de cultura de la municipalidad. Lo que implicó que en los primeros tiempos la murga funcionara cerca de ese "paragüas" oficial. Definido incluso por el lugar de ensayo, como el centro cultural municipal en el Parque Alem. Pero más tarde, la murga empezó a reunirse en otros lugares como el Parque España. Y esa no era sólo una mudanza de escenarios para el ensayo, sino que la murga se alejó del proyecto municipal.
Aunque han participado de numerosos festivales convocados por organismos oficiales, fueron definiendo cada uno de sus pasos con completa autonomía. Lo que no implica, claro, tomar distancia de las cosas que pasan en esta ciudad o en el país.
"Nosotros tenemos una inclinación –señala Natalia– que es llevar un mensaje de crítica, de denuncia, de poder decir lo que no sale en los medios de comunicación, o de recuperar la verdadera historia". Y Lorena, su hermana, agrega: "Pero eso no significa hacer política partidaria. Personalmente, cada uno puede tener participación donde quiera, pero como colectivo, lo que hacemos es generar un encuentro desde el humor, el baile, y que ese momento de alegría sirva a la vez como elemento de construcción de algo nuevo. Ah, y por suerte ningún partido nos invitó nunca a hacerle la campaña, porque la murga está para otra cosa".
Y en ese camino de construir algo nuevo, en estos ocho años de historia los Caídos fueron actuando en casi todas las plazas de la ciudad. Y así estuvieron presentes cada 24 de marzo, repudiando con fuerza a la última dictadura militar, o acompañando por ejemplo escraches y reclamos de laburantes. Diciembre de 2001 fue, el momento en que la murga fue más requerida. "Actuábamos casi todos los días, en un montón de localidades. Había cacerolazos, actos en fábricas, en los barrios", coinciden hoy. Y Lorena dice que en aquello días agitados hubo una actuación en Venado Tuerto que es de las que más recuerdan los Caídos. "Fue unos días después de la renuncia de De la Rúa. Me acuerdo que íbamos en el colectivo armando las canciones y teníamos que cambiar a cada rato el nombre del presidente. Después, cuando actuamos, la fuerza de la gente nos contagió mucho".
Hoy, la murga no es tan requerida. Se siguen juntando para ensayar en el parque España, y actúan cada tanto. "Pero hay como una calma chicha –agrega Natalia– con la que no estamos conformes. Creo que es una sensación de nuestra sociedad. Como que se mejoró un poco, y por eso casi nos olvidamos que sigue habiendo hambre, pobreza, corrupción o impunidad. Nosotros por tradición murguera, y porque los Caídos tenemos también ese camino, tenemos que seguir cantando las cosas que pasan y decir que estemos alertas, que nos mantengamos despiertos mirando las cosas que pasan". Cuentan también que para su próximo repertorio, además de denunciar y criticar, quieren celebrar los cambios que vive Latinoamérica. Natalia y Lorena, por ejemplo, acaban de llegar de Bolivia donde estuvieron en la asunción de Evo Morales como presidente. "Y eso fue muy fuerte –dicen–. Tenemos que contar en nuestras canciones las cosas que están pasando allá".
La hora de los números
De aquellos primeros cien integrantes, los Caídos fueron subiendo y bajando en cantidad según las coyunturas. Carolina explica: "Una murga no necesita, como un equipo de fútbol, una cantidad fija de personas para funcionar. Lo ideal es que sean muchos. Pero nosotros llegamos a ser siete, y funcionamos igual. Hoy seremos unos veinte, en un grupo que puede también ser heterogéneo, porque cada cual va teniendo su lugar. Hay para todas las edades, alturas, destrezas. Podés cantar, o bailar, o hacer percusión con alguno de los instrumentos, o jugar con malabares, o hacer de todo un poco como la mayoría de nosotros. Por eso solemos decir que nosotros cuando actuamos somos un caos ordenado".
Cuando les toca hablar de los gastos de la murga "ítem que suele ser talón de aquiles en los grupos no gubernamentales que deciden organizarse" ninguna de las entrevistadas hace un drama. Los recursos necesarios para el funcionamiento básico, dicen, no son muchos. Se trata de mantener en buen estado los trajes y los instrumentos, pagar la pintura de los maquillajes o el transporte para cada actuación.
Para llegar a estos recursos, Caídos suele hacer actuaciones en cumpleaños o fiestas. "Aunque" aclara Natalia, "esta decisión de hacer actuaciones pagas no poner a la murga a disposición del mejor postor. Vamos viendo y decidiendo dónde y por qué queremos actuar, cada vez. Recuerdo una ocasión en que nos habían contratado para un casamiento. Y cuando nos enteramos que la chica que se casaba era la hija de un torturador, decidimos por unanimidad no presentarnos".
Todos hacen otras cosas durante la semana y se la rebuscan para ensayar en sus tiempos libres, los fines de semana. Por lo general, están vinculados en su trabajo a la actividad artística o social, pero no son profesionales de la murga. Sin embargo, varios tienen vigente ese sueño de trabajar de murgueros. "Tampoco es que uno no quiera vivir de esto. Las ganas están, pero no son fáciles de concretar. Yo, por ejemplo, en 2004 pude mancarme todo el años dando talleres de murga", relala Natalia. Y su melliza Lorena cuenta que los Caídos tienen presentados además proyectos ante diversos organismos, entre otros al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. "Lo que nos enfrentó a discusiones nuevas, e interesantes a la vez. Sobre el destino de los fondos, sobre el sentido de la murga".
Carnavales
Desde sus orígenes hace cientos de años, los carnavales fueron celebrados por los pueblos antes que por sus gobiernos. Históricamente, la cultura popular iba elaborando formas de burlarse de sus reyes. Más cerca en el tiempo, los esclavos uruguayos se ponían a escondidas por la noche los elegantísimos fracs que vestían sus patrones para tocar los tambores y bailar. Eran ejercicios de la resistencia, y por eso cuando se ponían esa ropa oligarca, la usaban al revés y la decoraban con algún color. De allí que hoy las murgas usen las levitas, esos fracs de raso llenos de lentejuelas.
Montevideo y Buenos Aires, cada una a su manera, fueron preservando aquellos gestos. Y en esas capitales se siguió celebrando el carnaval. Como en las provincias de Corrientes o Entre Ríos, donde cada comparsa pelea fuerte por ganar cada año. Y familias enteras trabajan durante todo el año para preparar las carrozas y los trajes de estos auténticos festejos paganos.
Ya en tiempos modernos, claro, los gobiernos y las empresas locales participan de la organización de los carnavales en cada uno de esos lugares. En Brasil, por ejemplo, la intendencia de Río de Janeiro se tomó tan en serio la organización del evento que este último año financió incluso la distribución gratuita de un millón de preservativos, para garantizar que el desenfado no tenga demasiados costos.
En Rosario también existe una invitación oficial a celebrar el carnaval. Desde hace unos cinco años, la municipalidad decide organizar el festejo en cada febrero intentando. Intentando instaurar una tradición que aquí tuvo vaivenes a través de la historia (ver nota de Orlando Verna en el diario La Capital). La rosarinidad, si existe, tendría que ver con una mezcla de razas y costumbres de los inmigrantes y criollos que fueron llegando a estas tierras para laburar. Un poco tanos, gallegos rusos, chaqueños o polacos, pero lo cierto es que los rosarinos no tenemos una historia muy carnavalera.
Lo cierto es que en la última década se fueron popularizando las comparsas y las murgas en muchos barrios de la ciudad. La municipalidad intenta entonces juntar todo en estos nuevos carnavales. De a poco, la fiesta se va metiendo en las costumbres de la gente, y va convocando más público cada año. Aunque a veces la combinación no resultó del todo exitosa. Lorena, de los Caídos del Puente, admite: "Nosotros el año pasado, por ejemplo, decimos no participar. Porque en 2004 nos habíamos sentido discriminados. Se nos había invitado, pero en realidad se nos destinaba un lugar y una forma que no era la murguera. Puede sonar soberbio dicho así pero es que una murga no desfila ni actúa como una comparsa. Se necesita un escenario, un tiempo determinado para la actuación, que el público pueda escucharnos. Como esas condiciones no estaban garantizadas, los Caídos y muchas otras nos bajamos del carnaval oficial".
Como forma de remedar los errores, la secretaría de cultura organizó a mediados del año pasado un encuentro de murgas en el Galpón 17, cerca del Monumento a la Bandera. Para Caídos, sin embargo, no se terminaron de solucionar los inconvenientes. "Eso no fue un carnaval –revela Natalia–. Se hizo en el invierno, estábamos todos metidos en un galpón. Y por el lugar y la forma de promoción que tuvo terminamos actuando los murgueros para nosotros mismos, sólo ante nuestros colegas".
Por eso para los carnavales de este año, que empiezan en pocos días, la municipalidad promete haber tomado los recaudos necesarios para que la historia no se repita. "Esperemos que se cumpla, pero el proceso previo ya fue distinto. Esta vez pudimos acordar entre todos cómo va a estar organizado el evento. Además, años anteriores actuamos ad honorem. Y este año, todos vamos a cobrar por nuestra actuación. Es decir, que haya un presupuesto parece significar que se ha pensado una política específica. Lo cual implica un cambio, un reconocimiento al recorrido de las murgas", reflexiona Carolina sobre el final.