sábado, 18 de diciembre de 2010





“GERTUDRIS EN CASA LAMOTA” (*)


Por Alfredo Armando Aguirre




Gertrudis tiene noventa años. Los cumplió en julio del 2009. Vive desde que nació en una buhardilla del Pasaje La Piedad, en la ciudad de Buenos Aires.



Gertudris sale a dar la vuelta manzana. Solo cruza para ir a misa a la iglesia de La Piedad. Los fines de semana va a la Plaza del Congreso.



Gertudris vive sola, es viuda y sin hijos.



En la Esquina de Paraná y Bartolomé Mitre donde estaba Casa Lamota hay una playa de estacionamiento. Solo queda, de esa época, la casa de canevás para bordados en la esquina opuesta. Gertrudis parece vivir de recuerdos. En realidad ella percibe lo que otros no. Sus primeras visiones del Carnaval son las de cuando tenía cuatro años (o sea...). Eran tiempos de familias muy prolíficas, con muchos parientes en el interior.



Casa Lamota producía disfraces típicos (Oso Carolina, Colombina, Pierrots). Hacía propaganda en las revistas (luego lo haría en radio). Enviaba "contra reembolso" al interior. (Para las nuevas generaciones esto del “contra reembolso”, necesita aclaración, se trataba de un sistema muy utilizado por la gente del interior para comprar en las grandes casas de comercio de Buenos aires. La gente se enteraba por las revistas o diarios, de una determinada mercadería. Mandaba un giro por el correo y recibía en unos pocos días la mercadería comprada Todo se mandaba por tren.



Era un tiempo donde se iba de los Reyes al Carnaval; del Carnaval a la Semana Santa; de la Semana Santa a las Fiestas Mayas, de estas a las Fiestas Julias. Antes del Día de la Primavera, el aniversario de San Martín; terminaban las clases y se comenzaba a esperar la Navidad y el Año nuevo.



Esto se “matizaba” con fiestas de casamientos, bautismos y velorios



Siendo adolescente, sus primos y primas comenzaron a encargarle a Gertrudis, que les compre y les mande los disfraces de Lamota.



Es decir, de algún modo prescindieron del “contra reembolso”.



Y eso hizo; Gertrudis hasta que Casa Lamota cerró allá por los sesenta o setenta cuando se jubiló, del banco donde trabajó toda su vida.



Una de esas mañanas al llegar a la esquina, comenzó a pensar en los envíos que había hecho y en distintos puntos del interior argentina sus pensamientos cobraron vida…



En el museo de Lobería un manequín de madera y género, soportaba un traje de Colombina. Perteneció a una prima de Gertrudis que vivía en una chacra, cerca de Tamangueyú. Al lado del manequín, se había conservado una foto de la muchacha que databa de los bailes de Carnaval de 1934.



En el viejo baúl de madera, en la tronera de una vieja casa de Teodolina, sobreviviendo a la voracidad de las polillas, se apilaba un traje de Oso Carolina, que había lucido un sobrino nieto de Gertrudis en los carnavales del año 1947.



Prolijamente guardado, como una reliquia de familia, en una casona de Río Cuarto, se conservaba casi intacto, un traje de Pierrot, que aquel primo lejano, lució en los bailes de Carnaval del Club Estudiantes allá por fines de los treinta.



Por fin, en un viejo ropero, del caserón de Carmen de Patagones, colgaba el traje de odalisca, de aquella primita que murió trágicamente una noche de carnaval, cuando volviendo del corso de Viedma, se cayo de la lancha que cruzaba el río Negro y no pudieron rescatarla.



En los pensamientos de Gertrudis, pasaban más disfraces, disfrazados y lugares, mas vaya a saber por qué por esos vericuetos de la mente humana, sus pensamientos se detuvieron en aquellos disfraces encarnados en sus portadores y situados en esos lugares mencionados.



¿Qué habrá sido “de la vida” de esos disfraces?, se interrogó Gertrudis. Y la fantasía se apoderó de su imaginación, y se le ocurrió pensar, que sería muy lindo, reunirse con ellos para bailar una ronda, en la playa de estacionamiento, que funciona en el terreno donde estaba Casa Lamota.



El personal de la playa ya estaba familiarizado con la figura de Gertrudis. Ella solía dialogar con ellos, y ellos ya conocían muchas de sus historias. Aunque en lugar de repetirse, siempre los sorprendía con una nueva. Eran muchas décadas de recuerdos y cientos de trajes despachados al interior, cada uno con su correspondiente historia.



Gertrudis, venía de la época donde la telepatía estaba de moda, así que no le fue fácil convocar a los espíritus que se habían encarnado en cada unos de los disfraces en que estaba pensando.



Un día les comentó a los encargados de la playa de estacionamiento, que había invitado a unos disfraces amigos, para bailar un ronda allí mismo. Los encargados se miraron entre sí y le devolvieron una afectuosa sonrisa.



Fue una tarde de sábado, hace pocos días. En esos días a esa hora, la playa de estacionamiento está casi vacía.  Aparentemente… Si uno mira con detenimiento, puede ver en la esquina el cartel escrito con letras cursivas en color rojo, apagado por las inclemencias del tiempo: "Casa Lamota” (“Donde se viste Carlota”, como decía el “speaker” por la radio cuando pasaba la publicidad del comercio).



Si uno se acerca más, podrá ver en las vidrieras, montado sobre maniquíes hechos de pasta, los disfraces para el carnaval del año…



Unos días antes, Gertudris les había dicho a los encargados: "Muchachos: el sábado llegan cuatro amigos disfrazados para bailar la ronda, si quieren vénganse y traigan algunos de su hijos o sobrinos…"



Y así apareció esa tarde Gertrudis. Aparentemente, venía sola... Aparentemente.



Saludó al encargado de turno y le dijo: "Aquí están mis amigos". "Claro, claro…", así como siguiéndole la corriente, le dijo el encargado. "Hola, gente, como están."



Escuchó como un coro que le respondía: "¿Viste, vos que creías que no íbamos a venir? ¿Vos te creías que le íbamos a fallar a la tía?"



Y Gertrudis, extendió sus manos y comenzó a danzar la ronda…



Los encargados aseguran que para los carnavales del 2010 se hará un corso con todos los disfraces que diseminó Gertrudis por la Argentina. Por las dudas ya han hecho contacto con la gente de la nieve artificial, los choris, los baños químicos, uno que se anime a volver a fabricar papel picado, serpentina y pomos de plomo con agua florida.



Ustedes, ya saben: estén atentos; En los próximos carnavales, allí en Paraná y Bartolomé Mitre, enfrente a la Iglesia de La Piedad, donde quedaba (¿quedaba?) Casa Lamota, habrá corsos durante el fin de semana de Carnaval (claro, ahora  se podrán hacer el lunes y martes; esto era antes del Decreto de Cristina). Les paso el dato. Después no me digan que no les avise.


Buenos aires, 22 de Setiembre de 2009


(*) Escrito por invitacion de Agustín Abregú Assuma, de la murga tipo uruguaya Tute Cabrero.




































































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